Hace un tiempo, decidí dar un paso importante en mi vida profesional: quería implementar inteligencia artificial (IA) en mi trabajo para simplificar tareas y mejorar los resultados.
Ya había leído y escuchado mucho sobre cómo la IA estaba transformando empresas de distintos sectores, haciéndolas más aptas, mejorando la gestión de datos, personalizando la experiencia del cliente y automatizando tareas repetitivas. Sin embargo, me encontré con que una cosa era el entusiasmo por usar IA, y otra muy distinta era saber por dónde empezar en la práctica.
¿Cómo podía aprender? ¿Debía empezar sin más a usar cualquier aplicación o programa que use la IA? Me puse en marcha y empecé a buscar por internet; entonces descubrí que podía contar con los servicios de una consultoría para aprender y poder aplicar mis conocimientos a mi empresa.
Si quieres conocer mi historia, no te pierdas este artículo.
¿Cómo empecé?
Mi primer impulso fue lanzarme a investigar por mi cuenta, pensando que podía encontrar soluciones que fueran relativamente sencillas y prácticas.
Empecé a leer artículos y a ver tutoriales, además de probar algunos programas que prometían capacidades de IA sin demasiadas complicaciones; sin embargo, cuanto más investigaba, más me daba cuenta de que la inteligencia artificial es un universo vasto y especializado en el que cada herramienta y concepto tiene sus propias peculiaridades.
El abrumador volumen de términos técnicos, como el “machine learning” o el procesamiento de lenguaje natural, no hacía más que confundirme. Tenía muchas ideas en la cabeza, pero me faltaba claridad para concretarlas. Fue entonces cuando supe que necesitaba ayuda profesional: debía contar con alguien que, además de conocer el tema, pudiera orientarme en cada paso, englobando desde los conceptos más básicos, hasta la implementación y la mejora de resultados. Y sin duda, el mejor perfil profesional con el que podía contar, era con el de un consultor.
Decisión clave: elegir la consultoría adecuada.
Después de aceptar que necesitaba ayuda, el siguiente paso fue investigar qué consultoría contratar. Aquí me encontré con una nueva dificultad: encontrar una empresa que ofreciera servicios de consultoría en IA, pero que a su vez también pudiera adaptarse a las necesidades y la escala de mi negocio era todo un reto. De hecho, me interesaba una consultoría que no solo trabajara con grandes empresas, sino que también entendiera los retos y limitaciones de alguien como yo, que recién estaba comenzando en este ámbito.
Me fijé en que, tal y como respaldan los profesionales de Crowe, los consultores expertos suelen abordar distintas áreas de interés, incluso cuando se deben especializar en un sector concreto como lo es la IA.
Estuve mirando en muchos portales de comparación y visitando páginas webs con diferentes tipos de reseñas y referencias. Al final, elegí una consultoría especializada en la integración de IA para pequeñas y medianas empresas.
Tenían una propuesta bastante flexible, donde ofrecían servicios modulares, como asesoramiento inicial y soporte técnico y entrenamiento. Si tengo que ser sincera, el hecho de que contaran con una metodología paso a paso me transmitió mucha seguridad, ya que me permitía ir adaptándome sin sentir que estaba perdiendo el control.
¿Cómo trabajó la consultoría con mi empresa?
Uno de los primeros pasos en la consultoría fue hacer un diagnóstico detallado de mi situación. Para ello, el consultor se centró en realizar una revisión exhaustiva de mis operaciones, de los procesos internos y de las tareas que más tiempo y recursos consumían. De este análisis, surgieron dos áreas principales en las que el uso de IA podía hacer una gran diferencia: la gestión de datos, y la personalización en la atención al cliente.
Por un lado, la gestión de datos era un problema que llevaba tiempo complicándome. Contaba con un montón de datos que podían ser valiosos, pero estaban desorganizados y resultaban difíciles de analizar manualmente. La consultoría me explicó que la IA podía ayudarme, organizando mis datos y extrayendo patrones útiles, además de anticipando ciertas tendencias de forma automática. Solo con escuchar esto, ya sentía que estaba en el camino correcto.
Por otro lado, estaba el tema de la personalización en la atención al cliente. En mi trabajo, responder consultas de forma manual resultaba agotador y, a menudo, poco eficaz. Recibía preguntas parecidas de distintos clientes y, aunque intentaba personalizar cada respuesta, el tiempo que esto me demandaba era insostenible; pero la consultoría me mostró cómo la IA podía ayudarme a automatizar la atención al cliente sin perder el toque personalizado, optimizando el tiempo y mejorando la experiencia del cliente.
Con las áreas de mejora identificadas, pasamos a la fase de implementación (y sinceramente, aquí es donde verdaderamente empecé a notar el impacto de la IA). Comenzamos por la gestión de datos.
La consultoría implementó una plataforma que no solo organizaba los datos, sino que también los analizaba de manera autónoma, detectando patrones que a mí me hubiera tomado horas, o incluso días, identificar. Además, esta plataforma contaba con una interfaz amigable, lo cual hizo que el proceso de aprendizaje fuera mucho más llevadero.
Luego, nos enfocamos en la atención al cliente. La consultoría sugirió implementar un “chatbot” con capacidad de procesamiento de lenguaje natural, diseñado específicamente para responder preguntas comunes y adaptarse a los estilos de comunicación de los clientes. Este “chatbot” podía interpretar el contexto de las preguntas y responder de manera personalizada, como si de verdad entendiera las necesidades del cliente ¡La mejora fue notable! Mis clientes por fin recibían respuestas rápidas y yo podía concentrarme en otras tareas de mayor valor.
¿Cómo logré adaptarme?
La verdad es que implementar IA no fue un proceso sin obstáculos; de hecho, uno de los mayores problemas fue la curva de aprendizaje. Aunque tenía el apoyo de la consultoría, los conceptos como “machine learning”, redes neuronales y procesamiento de datos en tiempo real eran como un idioma nuevo para mí. Afortunadamente, la consultoría ofrecía sesiones de formación práctica, y con el tiempo, comencé a entender y utilizar estas herramientas con mayor soltura.
Otro obstáculo fue la necesidad de ajustar continuamente las herramientas de IA a los cambios y necesidades de mi negocio. Aunque la IA es poderosa, requiere ajustes y mantenimiento para ser efectiva. Por ejemplo, en varias ocasiones los resultados no fueron los esperados, lo que me obligó a adaptar los parámetros o cambiar las fuentes de datos. En estos momentos, contar con el respaldo de los expertos de la consultoría fue imprescindible, ya que me ayudaron a identificar rápidamente los problemas y a encontrar soluciones.
Beneficios a largo plazo: una inversión que sin duda ha transformado mi negocio.
Mirando hacia atrás, puedo decir que contratar a esta consultoría fue una de las mejores decisiones que tomé. Además de ayudarme a implementar herramientas prácticas de IA, me dieron la confianza y los conocimientos necesarios para utilizar estas herramientas de forma autónoma, y a día de hoy la IA forma parte fundamental de mi estrategia, algo que jamás habría imaginado posible sin su ayuda.
La IA como un cambio profundo y duradero.
Como reflexión final, he de decir que, gracias a la implementación de IA, ahora tengo una comprensión mucho más profunda de mi negocio y de cómo aprovechar los datos de manera estratégica. Además, la personalización en la atención al cliente se ha convertido en uno de mis puntos fuertes, y he conseguido ahorrar tiempo y recursos que ahora puedo destinar a desarrollar nuevas ideas y proyectos.
Así que, a quienes estén considerando incorporar IA en sus negocios, les recomendaría no dudar en buscar ayuda profesional. La inteligencia artificial puede parecer compleja y lejana al principio, pero con el apoyo adecuado se convierte en algo alcanzable, y además transformador.